—¡Eh! ¡Eh! —Evan oía los gritos de sus amigos, pero aquella vez no le apetecía hablar. Salía del agua que separaba su poblado de “los del otro lado” y caminaba deprisa hacia los árboles, mientras sus escamas cambiaban de azul al color tierra que pisaba— ¡Qué pasa contigo! ¿Por qué corres tanto? —Su mejor amigo, Emor, llegaba sin resuello junto con Samar y Salina.
—Lo siento, no os había oído.