—¡Eh! ¡Eh! —Evan oía los gritos de sus amigos, pero aquella vez no le apetecía hablar. Salía del agua que separaba su poblado de “los del otro lado” y caminaba deprisa hacia los árboles, mientras sus escamas cambiaban de azul al color tierra que pisaba— ¡Qué pasa contigo! ¿Por qué corres tanto? —Su mejor amigo, Emor, llegaba sin resuello junto con Samar y Salina.
—Lo siento, no os había oído.
—¡No! Basta ¿Quieres que nos oiga cualquiera?
—Reacción típica de quien no oculta nada. —Intercedió Salina haciendo reír a todos menos a él.
Suspirando se sentó en la arena dándose por vencido, hasta el momento solo él se había atrevido a cruzar.. Según la Chamán de su poblado, estaba prohibido mezclarse con los blancos, entenderse con ellos, aquello era algo penado con la mayor de las maldiciones: el destierro de la tribu a la que pertenecía, "los Camale".
Así lo decían los espíritus, así lo profetizaban. Cuando la Chamán entraba en trance para comunicarse con aquellos que habían dejado este mundo, y les guiaban desde el más allá, siempre obtenía la misma respuesta: “debían permanecer lejos de aquellos que terminarían con su tribu si les dejaban entrar” después, presenciaban un ritual de purificación alrededor de sus tierras y tras eso, la Chamán se quedaba rezando durante dos días para que su pueblo tuviera una larga y prospera vida.
Evan volvió a suspirar. Era consciente de hasta qué punto incumplía las normas y aquello lo atormentaba, llevaba meses viéndose con una chica humana, Ana. Su fortuito encuentro, suscitó en ellos más curiosidad, que temor o miedo, y desde entonces, se veían cada pocos días.
—¡Por favor Evan! ¿Todavía te ves con esos que irrumpieron en nuestra playa?
—No irrumpieron Samar, vinieron a conocer esta parte de la Isla. Su padre estudia las especies y plantas, biólogo lo llama, y aquí casi todo les interesa, por lo visto, hay mucho que pueden aprender..
—Seguro que a ti también te reconocerían como “especie” —dijo Samar altiva— no me gusta Evan, estás llegando muy lejos con esa niña ¡Se que tiene nuestra edad! —cortó tajante elevando la voz para que no pudiera interrumpirla—. Aunque parecía raquítica a tu lado para tener veinte años. Todo esto está mal. No sé porqué te dejaste ver, si alguien más se enterara…
—¿Quién se iba a enterar? —increpó Emor poniéndose al lado de su amigo— El ve cosas que ninguno de nosotros ha visto. Sabe más que nadie del “otro lado” y no está poseído ni maldito como dice la Chaman ¿Qué es biorlogo? Y ¿Qué habéis hecho hoy?
—Es una especie de estudioso de los insectos, plantas, cosas que no tienen allí —contestó apaticamente— ellos estudian lo que no conocen, no lo temen. Imaginaros qué pasaría si se internaran hasta nuestro poblado, si vieran las casas en los árboles, la roca que representa a nuestra Madre, si conocieran nuestras costumbres. Imaginaros si alguno de ellos pudiera hablar de su ciudad, de sus caminos para máquinas con ruedas, de sus casas apelmazadas en piedra, de cuantos son —añadió recordando la primera vez que lo vio y lo increíble que le pareció aquello. Increíble y espantoso a la vez—. Viven sin conocerse unos al lado de otros. Eso dice Ana, por eso se tapan. No se crían juntos desde niños, ellos son grupos pequeños “familias”. Allí no hay nada que se parezca a esto, excepto nosotros.
—¿Qué? ¡Tienen la cara plana! ¡No tienen escamas ni ventosas Evan, no cambian de color! ¡Son feos! Son, son…
—Tsss ¡Vale! Salina, cuando te acostumbras no son tan feos. —Esta vez varios y diferentes gestos de sus amigos le dieron a entender que era el único que lo pensaba—. Hemos ido al cine —comentó en voz baja. Pronto las preguntas le atropellaron, levantó una de sus palmeadas manos y por fin, el brillo característico de sus ojos inquietos se iluminó, su picuda boca dejó entrever una mueca de orgullo y todos se arremolinaron junto a él.
—¿Qué es cine? —preguntaron a la vez.
Mientras Evan les contaba con nerviosismo lo que era el cine todos prestaban la máxima atención. Casi no podían creer lo que escuchaban, tuvo que explicar lo que eran las películas, y el dinero y cómo por primera vez pudo mezclarse entre ellos. Por lo visto una vez al año, celebraban el día los muertos y la gente se disfraza y se asusta para jugar y aunque él siempre se pone taparrabos para verla, esta vez pudo pasear por las calles sin miedo. Tardó mucho tiempo en que comprendieran todo aquello que temían y maravillaba a la vez. Cuando terminó, el joven bajó la cabeza pensativo.
—Eso no es todo —confesó. Sus amigos, aquellos que conocía desde la infancia y con los que había compartido todo, esperaban conteniendo el aire a que quisiera continuar—. La besé.
—¿Qué? ¿Cómo? ¿Pero su lengua…? ¿La fecundaste? —Todas las preguntas junto con suspiros, ojos abiertos y colorines en la piel se empezaron a dibujar en ellos—. No fue fácil —.Atajó, haciendo que el silencio volviera— ¡Pero en la película lo hacían constantemente! Y ella me miró, me dijo que empezaba a gustarle y entonces me di cuenta de que ella me gusta a mí. Me gusta mucho. Entonces juntó su boca con la mía y sacó su pequeña lengua, ¡Es muy pequeña! Por lo que yo solo pude enredarla con mis puntas mientras la besaba también.
—Por la madre —su amigo estaba absorto, aunque no tanto como sus compañeras quienes con la boca abierta le miraban como estatuas— ¿La mataste?
—¡No! Todo lo contrario. Me dijo que era el mejor beso que le habían dado, y luego, apoyó su cabeza sobre mi hombro. Me he enamorado —soltó de golpe— y tendréis que ayudarme cada vez más en mis escapadas.
Levantó la cabeza y les miró suplicante
—¿Lo haréis?
—¡Por supuesto! —contestó Emor sin pensárselo dos veces. Salina y Samar permanecieron en silencio.
—Puede que con la lengua no la mates, pero aún no te has apareado con ella ¿Habéis pensado eso? Si sigues adelante sabes lo que te espera Evan, y no queremos ese futuro para ti. Ya no es una chiquillada, una aventura. Ahora tienes la necesidad de verla ¿Qué pasará si al final puedes fecundarla? ¿Qué harás? ¿La traerás aquí para que todos vean la abominación que saldrá de ella, si es que no muere antes? ¿Llegarás tan lejos? —Escuchaba a su amiga con la mirada fija en la arena. Ya se había planteado todo aquello mientras volvía hacia su hogar. No encontraba respuestas, no sabía qué podía pasar. El silencio que se hizo tras las punzantes preguntas de Salina llegó a oprimirle el pecho hasta agobiarle.
—¡No lo sé! ¿Vale? ¿Eso es lo que quieres oír? Pues no sé qué pasaría, pero siempre hay alguien que tiene que ser el primero ¿No? —Todo él estaba rojo de enfado—. No sé qué hacer, me asusta todo esto más de lo que podáis imaginar pero...— su mirada lo decía todo.
—No es un capricho —afirmó Samar.
—No.
—Bueno, el destierro si somos cuatro no será tan duro ¿No? —Evan sonrió ante la elocuencia de su amigo, quien al final consiguió con sus tonterías que el grupo acabara a carcajada limpia.
De lo que no se daban cuenta, era que estaban siendo espiados por un grupo de adultos. Un grupo que no veía las cosas a través de la inexperiencia de la juventud.. Internándose en la selva sin hacer ruido, fundiéndose con sus colores y con la ira bullendo en su interior, se dirigieron a toda prisa hacia el poblado.
Los Camale jamás permitían tales desvíos.