─Ven ─me cogió de la mano y ambos hurgamos en la bolsa.
Ya sabía el protocolo, había viajado allí demasiadas veces. Sacamos unos pantalones de lana y sudaderas con capucha para ambos, sucios y viejos. Nos manchamos el rostro con algo de barro e hicimos desaparecer cualquier huella que hubiéramos podido dejar.
─Me alegro de verte ─dijo mirándome con cariño, un escalofrío recorrió mi espalda.
Cada vez que duermo, viajo al futuro. A un futuro desastroso donde el frío, el hambre y la miseria se apoderan de la mayoría de la población.
Corriendo en ese momento a su lado, recordé cómo nuestro gobierno tapó todo lo que algunos podíamos hacer mientras soñábamos por si nos dábamos a conocer. Viajar en el tiempo mientras dormíamos.
Nos fueron investigando, implantando chips de forma ilegal, convirtiendo las calles en un estado de excepción. Siempre vigilados. Siempre perseguidos.
Dominaban los medios de comunicación y la gente tenía miedo. Pedían, o más bien exigían colaboración ciudadana. La población, demasiado asustada, terminaba por delatarnos.
“Los Otros” nos llamaban, se encargaron de que pareciéramos una amenaza.
En mi tiempo, el año 2113, empezaba a intuirse lo que yo veía en la actualidad, cien años después, cuando mi mente soñaba y me llevaba a aquel futuro tan incierto.
Seguíamos corriendo de la mano mientras por el rabillo del ojo las chabolas pasaban como montículos por mi lado.
Niños desnudos, famélicos, jugaban con las ratas o tal vez intentaban cazarlas para comer, no podría asegurarlo.
Se me revolvían las tripas siempre que pasaba por allí. No por ellos, ni por la pobreza y la mierda sino porque a pocos kilómetros, unos cuantos gobernaban desde sus altas torres.
En su pequeña ciudad privilegiada, aislados de toda aquella realidad, sus hijos se formaban sin ver el exterior. Tenían alegría, sanidad, oxígeno limpio que no ensuciaba sus pulmones nada más nacer...
Éramos cincuenta, quedábamos tres. Los demás ya habían sido capturados en mi presente.
Llegamos al punto exacto. Tosí por el pesado aire, no lograba acostumbrarme, mientras, Dani buscó en el suelo la argolla entre lo que era un montón de basura. Por fin la levantó un poco.
─Entra ─susurró.
Estábamos en los pasillos subterráneos de la gran ciudad. A la derecha varias puertas nos habían servido de refugio muchas veces, a nosotros y a todos los que ahora faltaban. Abrió la 101.
─¡Dani! ¡Sara! ¡Llegáis tarde!
─Me costó coger el sueño ─dije como disculpa.
─¿Ventanas cerradas? ¿Cerrojos echados?
─Si Enrique. Todo en orden. ─Entendía su preocupación, no eran buenos momentos para las personas como yo. Perder a alguno más podría ser desastroso.
─Mírale el chip ─ordenó Dani mientras se quitaba la ropa de lana a toda prisa.
Sin mediar palabra Enrique cogió un viejo lector. Vino hacia mí y esperó a que me recogiera el pelo para pasarlo por mi nuca. Era pura rutina.
─Sigue anulado ─informó con un suspiro.
─Me alegro de veros chicos ─dije dejándome caer en una de las sillas.
─¿Has conseguido algo? ¿Lo que sea?
Por su forma de hablar intuí que Raquel, otra compañera que parecía no estar presente en la conversación, no había podido cumplir con su misión. No quise saber cómo había acabado su expedición en nuestro tiempo.
─Algo ─contesté─ ¿y tú?
Todos miramos a Carlos. El más nervioso de los tres que quedábamos, el más callado pero el más inteligente. Sin Raquel activa solo quedábamos él y yo.
─Ha podido entrar en su sistema ─contestó Sofía, su sombra. Así llamábamos a los que nos esperaban al otro lado.
─Es muy difícil rescatarles —dijo tartamudeando─ sus cerebros están permanentemente conectados. Siempre dormidos, como aletargados. No sé qué nos encontraremos si despiertan. De hecho ─añadió levando la cabeza─ no sé si tenemos fuerza suficiente para trasladarles a todos la información que tenemos registrada.
Hablábamos de los que sabíamos que habían sido capturados. De “los Otros”, que aunque al principio dimos por muertos, más tarde descubrimos que mantenían con vida en mi presente.
─¡Necesitamos hacerlo! Se trata de despertarles para que toda la información que tenéis recabada de este asqueroso lugar se la implantéis a ellos ¡Se trata de que esto no ocurra! ¡Tenéis los datos en vuestras cabezas! ¡Es nuestra historia y el pueblo debe luchar!
Puse la mano sobre la de Dani y la apreté.
─Se trata de lo contrario. ─Respondió Carlos con toda la calma que pudo─ somos muy pocos. Hay que volver y conectarnos con ellos en nuestro tiempo.
─¿Te has vuelto loco? ─Sofía estaba lívida─ podríamos perderos.
─O no ─intervine─. He podido recabar toda la información posible. Sé dónde están: en los sótanos del gran edificio. Carlos tiene razón, era lo que quería decir nada más llegar.
Debemos despertarles regresando, no sabemos en qué situación se encuentran. Una vez en el edificio los chips volverán a encenderse y mientras les trasmitimos la información, si más de cincuenta soñadores nos conectamos correctamente en tiempo y forma, seremos capaces de retransmitir todo lo que sabemos a la ciudadanía. Lo que pasará en un futuro cercano y nadie, nadie lo podrá parar.
Las imágenes se verán por todas partes, en los edificios, en televisores, ordenadores… sin detenerse. Se sabrá todo y la gente reaccionará contra el gobierno. Es la única forma. Por esto existimos.
─Silencio.
─David, lleva razón ─confirmó Carlos en voz baja. Raquel nos secundó moviendo la cabeza.
─Mañana por la mañana ¿podría ser? ─pregunté queriendo evitar más agonía.
─Claro. ─La afirmación de Carlos era todo lo que necesitaba.
─Sois conscientes de que si volvéis estáis solos ¿verdad? ─dijo Enrique con la mirada puesta en el suelo.
─Sí, pero no hay otra forma ─me levanté de la silla─ ha llegado la hora de responder a vuestra señal de socorro, no podemos arriesgarnos a que nos cojan a ninguno de los tres. Carlos pondrá un temporizador a los chips para que se enciendan en cuanto lleguemos y haremos las conexiones cerebrales cuando estemos con ellos.
David y Sofía nos miraron perplejos.
─Saldrá bien. ─Las palabras de Carlos avalando lo que decía seguían sin convencerles, pero no podíamos perder nuestro objetivo de vista.
─Confiemos en que así sea. Quedemos aquí a las cinco de la mañana ¿todos de acuerdo? ─hubo asentimientos generales─ bien, descansad estas pocas horas —zanjó Enrique.
David y yo entramos en la habitación 99, siempre había sido la nuestra. Una cama, un lavabo y un retrete. No había nada más.
Me quité la ropa de lana y la lancé a una esquina. David me abrazó por detrás y me besó el cuello. Sentí otro escalofrío.
─Tengo miedo de perderte.
─Lo hago precisamente para que eso no ocurra ─susurré.
─No sabemos qué pasará.
─Que todo será mejor.
Me miró a los ojos. Sabía que intentaba creerme. Empezó a besarme como si quisiera memorizar todas las partes de mi cuerpo. Gemí de placer. Quizá nunca volviéramos a vernos.
A las cinco de la mañana estábamos en la habitación 101. Él había dormido, yo no podía porque en realidad ya lo estaba pero sí descansé a su lado pensando en todas las cosas que podían suceder. De nada me sirvió.
─Bien ─dijo David─. Despertaréis en casa, como siempre. Ya sabéis qué tenéis que hacer. Controlaré desde aquí los chips. Si en cuarenta y ocho horas no habéis vuelto entenderemos que algo ha ido mal.
Asentimos. Era tiempo más que suficiente para lograrlo.
La despedida fue dura, tras dos años escondiendo nuestro trabajo y a costa de muchas vidas, por fin había llegado el momento. Podíamos conseguir cambiar el rumbo de la humanidad.
Abrazos, besos, deseos de suerte y algunas lágrimas que derramé para David. No pude evitarlo. Carlos, Raquel y yo, desaparecimos del futuro en cuanto nos insertaron el líquido del despertar.
Estaba en mi habitación, respiré profundamente. Me puse una camiseta y me hice un café. En una hora tenía que estar en el punto establecido. Los chips debían estar ya activados.
─Levante las manos, despacio. ─Mi corazón se desbocó al escuchar la voz. Obedecí. No pensé en mí, sino en si a los demás les había ocurrido lo mismo. Era demasiado pronto─. Gírese, de rodillas.
Recibí un puñetazo en plena cara y caí al suelo. Recuerdo el sabor de la sangre en mi boca.
Abrí los ojos en una celda asquerosa. Un guardia me miraba sonriente, sentí náuseas nada más verle. Estaba desnuda y con la cabeza rapada.
─Estás hasta arriba de mierda. Como los otros dos, habla y quizá te ahorres lo peor. ─Me mantuve agachada en la esquina.
El tipo me levantó por un brazo y me golpeó en la cara de nuevo. Más sabor a sangre. Siguió con una patada en el estómago que me tumbó e hizo toser para poder respirar. “No hablaría” me repetía una y otra vez.
─¿Eres imbécil?, los demás ya han contado casi todo.
No le creí. Recibí una descarga eléctrica. Grité de dolor, chillé de rabia mientras mis lágrimas salían sin que yo quisiera y me lancé contra él aun sabiendo que no podría derribarle.
─¿Qué haces puta? ─choqué contra la pared─ ¿Quieres que te folle? ¿Es eso? ─añadió tocándome el pecho. Sentí repugnancia.
─¡Javier! ─Tras el grito se puso rígido, como si fuera un militar─ ¡Déjala! ¡Dúchala y reúnela con los otros!, los conectaremos en diez minutos y estará todo controlado.
Me escocían las lágrimas. Tenía un ojo hinchado de tal forma que no podía ver nada, acurrucada en mi celda un chorro de agua a presión calló sobre mí. Dolía, ardía, intenté moverme pero me fue imposible.
Dos hombres me cogieron por los brazos y me arrastraron por un pasillo. Mi corazón dio un vuelco cuando me uní a Carlos y a Raquel.
No estaban en mejores condiciones que yo. Al verme hicieron un inapreciable gesto con la boca. Era la señal de que ellos tampoco habían hablado.
Nos llevaron a una gran sala. Allí estaban los nuestros: “Los Otros”. Tumbados en círculo en una piscina iluminada y unidos por cables en la cabeza. Todos repetían lo mismo: “sin información relevante, sin información relevante”… se me encogió el alma.
Me pincharon algo de repente. Estaba consciente pero no podía moverme. Colocaron los cables en mi cabeza mientras me introducían en el agua. Carlos y Raquel ya estaban dentro y decían como si fueran uno: “sin información relevante”.
Nos estaban controlando.
Estaba físicamente anulada. Más de cincuenta soñadores me trasmitían el vacío de sus mentes. Escuché mi voz diciendo: “sin información relevante”. Ya era una más, una de “los otros”, unida a ellos sin capacidad de soñar.
Sin embargo algo no andaba bien. Antes de que me introdujeran en el agua en vez de miedo recordé todo por lo que habíamos pasado. Todas las pérdidas de seres queridos, Carlos, Raquel, Sofía, Enrique, Dani… las chabolas, los niños famélicos, las ratas. La riqueza contra la pobreza. Las oportunidades contra los que no tienen opciones.
Me acordé de todo, pero los bloqueos mentales de mis compañeros eran tan fuertes que tuve que entrar en letargo, en un sueño más profundo que lograra alcanzarles. Noté la transmisión. Sudaba en el agua por el esfuerzo al deshacerme de toda la información, lo estaba consiguiendo. Todo se sabría.
Mi corazón se estaba parando, pero me pareció bien. Me llamaba Sara Jiménez y había nacido para ese momento.
Ahora todo depende de vosotros. Muchos han muerto para que tengáis la oportunidad de hacer un mundo mejor.