No tenía un buen día. Me habían ordenado escribir un relato cómico y llevaba dos horas intentándolo, pero la verdad, es que todo acababa siendo o demasiado profundo, o demasiado siniestro o una mierda. De comedia, nada. Decidí salir de casa e irme a un centro comercial con el ordenador. A lo mejor, observando a la gente, se me ocurría alguna historia graciosa sobre alguien que estuviera por allí haciendo el payaso.
Llevaba casi una hora y estaba a punto de entrar en coma. Aun me quedaba cerveza, tenía el ordenador abierto y llevaba escrito justo lo que os estoy contando. Patético, "¿qué haría un escritor de verdad?" miré el móvil, que es lo que hace todo el mundo cuando se aburre, y vi la aplicación de Badoo “joder, hacía mucho que no la abría” así que no hace falta que explique lo que hice.
Llevaba casi una hora y estaba a punto de entrar en coma. Aun me quedaba cerveza, tenía el ordenador abierto y llevaba escrito justo lo que os estoy contando. Patético, "¿qué haría un escritor de verdad?" miré el móvil, que es lo que hace todo el mundo cuando se aburre, y vi la aplicación de Badoo “joder, hacía mucho que no la abría” así que no hace falta que explique lo que hice.