—¿Cómo ha podido ocurrir? —Pasé de los brazos del primer al segundo hombre, cuyo aliento a tabaco me abofeteó la cara— ¡Cómo!
Apenas podía moverme por el dolor. Excepto sus voces, todo lo demás eran ruidos que no podía distinguir, tenía sabor metálico en la boca, sangre, mezclada con arena. Casi no podía respirar, “¿Era de noche?”, todo estaba oscuro.