No me inventes cualidades ni virtudes, que no soy diferente a las miles que mueren ni a las que nacen a diario. No me cargues con la responsabilidad de una mirada encantadora, no me incluyas en tus sueños de mujer perfecta. No puedo, no quiero serlo. Mis caderas no tienen el ritmo de tus deseos ni mis labios saben a tiempo. No tengo la dulzura con la que se condena a las damas ni un perfume inolvidable en mis cabellos. No puedo, no quiero serlo. Que te sea indiferente si mi voz canta o grazna, no soy canto, soy palabra. Realidad, defecto y caos, así puedes nombrarme, no permito que me pretendas celestial. No puedo, no quiero serlo.
5 Comentarios
(Entra una mujer, vestida con ropa de hospital, en una sala dando traspiés. Cuando se cierra la puerta examina la habitación: ve tres paredes blancas y acolchadas, y una cuarta acristalada –sería el público– Se queda mirándola un rato). —Sé que estáis ahí. No es la primera vez que me traen a esta maldita habitación. No, no es la primera vez, así que sé, que estáis ahí. Vale ¿qué es lo que queréis que diga? Porque sinceramente yo no tengo nada que decir, y no me gusta estar aquí sin motivo. Ya veo… no me lo vais a poner fácil ¡vale! "Rebeldía. Pero la rebeldía no es un gesto altisonante. No es un grito, no es un insulto, no es una pedrada, no es una mala contestación, es mucho más profundo. La rebeldía es un grito de la inteligencia y de la voluntad que dice, y lo voy a decir en román paladino: ¡No me da la gana de decirle que sí a esta actual situación! -¿Por qué? - ¡Porque no quiero y me niego a decirle que sí! Porque entiendo que puede haber otra situación y por tanto yo no asumo esta podredumbre y no participo en ella y lucho contra ella. Y esta actitud es una actitud intelectual, y cuando digo intelectual no quiero hablar de universitario, [hablo] de la mente de cualquier ser humano. Es un posicionamiento que nace de la mente y del corazón, del fuego del querer cambiar. Esta es la rebeldía fundamental. Lo otro son voces, son chillidos, son insultos, son graznidos. - ¡Dale caña! - Circo romano. ¡No, no! La rebeldía no es ni más ni menos que el posicionamiento con otros valores y la decisión de hacerles frente. Rebeldía para decir que no aceptamos que la 'Competitividad y el Mercado' sean los que rijan los destinos de las sociedades. Que entendemos que hay una declaración universal de derechos humanos que tiene que cumplirse y que eso significa sociedad de pleno empleo, donde el hombre y la mujer sean exactamente iguales, donde no haya marginados y que costará mucho tiempo y mucho sacrificio, pero es hermoso luchar. ¡Incluso morir por eso! Porque morir tenemos que morir, muramos por lo menos luchando por un ideal noble y no consumiéndonos como un brasero." Abriéndose paso por las entrañas de la gran montaña de Hérot, tierra de daneses, se adentra un río de camino sinuoso creando las puertas de una inmensa cueva. Protegido por su oscuridad, internándose en lo desconocido, el agua guarda secretos que solo ella sabe acariciar. En el interior, rodeado por frías paredes e intensa humedad, vive un ser atormentado por su propia naturaleza. Con ojos llenos de incomprensión, solo éstos parecen humanos pues su rostro está deformado de tal manera, que sus rasgos lo asemejan a un monstruo. Un demonio. —¡Eh! ¡Eh! —Evan oía los gritos de sus amigos, pero aquella vez no le apetecía hablar. Salía del agua que separaba su poblado de “los del otro lado” y caminaba deprisa hacia los árboles, mientras sus escamas cambiaban de azul al color tierra que pisaba— ¡Qué pasa contigo! ¿Por qué corres tanto? —Su mejor amigo, Emor, llegaba sin resuello junto con Samar y Salina. —Lo siento, no os había oído. ¡Estamos asediados Señor! —dijo uno de los capitanes levantándose el casco sin bajarse de su caballo— la puerta norte caerá sino tenemos más hombres. —¡Por todos los Dioses! ¿De dónde quieres que los saque? —El general, enfurecido, observaba desde la torre más alta, que lo que venían a decirle era verdad. Tenía que tomar una decisión o acabarían por entrar en la fortaleza —Maldita la hora en que nos refugiamos aquí. —Echando una ojeada a su alrededor gritó a pleno pulmón— ¡Que todo hombre, sea de la edad que sea y ocupe el oficio que ocupe tome un arma y se ponga en manos de los capitanes de mi Guardia! Aparecí en el mismo punto de siempre y, como siempre, él me estaba esperando en la oscuridad del bosque. ─Ven ─me cogió de la mano y ambos hurgamos en la bolsa. Ya sabía el protocolo, había viajado allí demasiadas veces. Sacamos unos pantalones de lana y sudaderas con capucha para ambos, sucios y viejos. Nos manchamos el rostro con algo de barro e hicimos desaparecer cualquier huella que hubiéramos podido dejar. ─Me alegro de verte ─dijo mirándome con cariño, un escalofrío recorrió mi espalda. —"Corre Háriel, corre…” Al ser su pequeño cuerpo incapaz de seguir adelante solo su tesón le daba fuerzas. Aferrado al libro que acababa de robar, su única meta era tirarlo por el límite de La Ciudad de las Nubes, el lugar donde siempre había vivido. Sus pequeñas alas atadas y sin vida no podían ayudarle. Sus ojos solo podían desprender lágrimas por su pueblo torturado y casi extinguido. Tenía que llegar al límite y lanzarlo. El mundo que existía bajo las nubes debía conocer lo ocurrido. |
Sobre miVivo en Madrid y me encanta escribir. Sobre todo literatura fantástica. He dado el primer paso hacia este mundo porque he decidido hacer algo que me guste todos los días. Era eso o dejar que me arrastre la marea gris.
Archivo
Mayo 2020
Categorías
Todos
|